la prisa
Un hombre veía televisión en una tarde de domingo. Mientras escuchaba los comerciales, se levantó y empezó a correr hacia la puerta de su casa. Salió sin anunciarlo, bajó las escaleras a toda prisa, se enfrentó con la calle, y continuó su marcha bajo el mismo ritmo. Tenía que llegar lo más pronto posible.
Las personas que lo miraban, sorprendidas o asustadas, se apartaban de él. El hombre atravesaba avenidas, callejones, parques, puentes, sin detenerse. La urgencia de llegar era inapelable, nadie se atrevía a detenerlo, a ofrecerle su ayuda. Se introducía en los atajos, pasaba las barreras que aparecían de pronto y aumentaba la velocidad cuando era posible.
Muchos habrían jurado que ese hombre jamás se detendría, pero el cuerpo alguna vez se agota, las piernas desobedecen y los pensamientos se ablandan. Se recargó entonces en el barandal de un puente y miró por donde había recorrido. No podía creer que todo ese trayecto lo había cruzado en unos minutos. Trató de respirar, descansar y tomar fuerzas para seguir. Pensó en la distancia que le faltaba por recorrer para calcular el ritmo con el que seguiría, pero no recordó el lugar, ni con quien iría y mucho menos el motivo que lo hizo levantarse del sillón.
Las personas que lo miraban, sorprendidas o asustadas, se apartaban de él. El hombre atravesaba avenidas, callejones, parques, puentes, sin detenerse. La urgencia de llegar era inapelable, nadie se atrevía a detenerlo, a ofrecerle su ayuda. Se introducía en los atajos, pasaba las barreras que aparecían de pronto y aumentaba la velocidad cuando era posible.
Muchos habrían jurado que ese hombre jamás se detendría, pero el cuerpo alguna vez se agota, las piernas desobedecen y los pensamientos se ablandan. Se recargó entonces en el barandal de un puente y miró por donde había recorrido. No podía creer que todo ese trayecto lo había cruzado en unos minutos. Trató de respirar, descansar y tomar fuerzas para seguir. Pensó en la distancia que le faltaba por recorrer para calcular el ritmo con el que seguiría, pero no recordó el lugar, ni con quien iría y mucho menos el motivo que lo hizo levantarse del sillón.
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